Reflexiones para tí.

Sé auténtico I

Ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. Marcos 12:14.

Según el importante psicólogo humanista Cari Rogers (1902-1987), una de las actitudes fundamentales que hacen al bienestar mental es la autenticidad, o congruencia; es decir, el acuerdo interno, la sinceridad con uno mismo, el permitirnos pensar, sentir y hacer lo que realmente hay en nuestro fuero más íntimo, y no actuar gobernados por la mirada de los demás y los deseos ajenos.

Este principio puede, como todas las cosas, ser llevado a un extremo, dejándonos conducir únicamente por nuestros sentimientos y pasiones, sin referencia a ninguna ética, y caer, por ejemplo, en una “honestidad brutal”; es decir, conductas antisociales, en las que no nos importan los sentimientos y los pensamientos de los que nos rodean.

Sin embargo, muchos de nosotros sentimos tanto el peso de la opinión y la aceptación ajenas que perdemos de vista quiénes somos, y no nos atrevemos a ser nosotros mismos, por temor a la no aceptación, al rechazo; no nos permitimos sentir lo que nos dicta nuestro corazón, ni aun cuando esto sea bueno; ni hacer caso a lo que nos dictan nuestra razón y nuestra conciencia, por miedo al “qué dirán”.

Jesús era la sinceridad y la autenticidad personificadas. Vemos, en los evangelios, que no tenía “pelos en la lengua” para decirles a los fariseos y los saduceos lo que pensaba de su hipocresía y malicia (ver, por ejemplo, Mat. 23), aun cuando eso podía reportarle la desaprobación de los dirigentes religiosos, su rechazo e incluso su persecución, como fue, de hecho, lo que le sucedió. No tuvo empacho en comer con publícanos, prostitutas y otra gente de baja calaña social, con tal de salvarlos, aun cuando esto mereció la desaprobación del establishment religioso de sus días, que lo llamó “amigo de publícanos y pecadores” y como quien “a los pecadores recibe y con ellos come” (Mat. 11:19; Luc. 15:2).

Que, con la ayuda de Dios, puedas ser una persona auténtica, genuina, íntegra, y ese ser tan especial, único e irrepetible que Dios creó para seguir adornando a su creación.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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