Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Mateo 4:17.

Nuestro Señor Jesucristo no fue un demagogo. Según los autores de los evangelios, lo primero que hizo Jesús, al iniciar su ministerio, fue exhortar a las personas al arrepentimiento, como lo muestra nuestro texto de reflexión para hoy, que se encuentra antes del llamamiento de Jesús a sus primeros discípulos (ver Mat. 4:18-22).

La palabra griega traducida como arrepentimiento es metanoia, que significa “un cambio de mente”. Es decir, una nueva forma de ver la vida, una nueva percepción de la realidad, nuevos sentimientos, pensamientos, motivaciones y valores, nuevos principios y conductas. Implica una tristeza por los males realizados y un profundo deseo de cambio.

La misión fundamental de Jesús, si bien incluyó de una manera notoria la ayuda práctica a la gente (alimentando a multitudes en un par de ocasiones, sanando enfermos, resucitando muertos), fue producir un cambio espiritual y moral en la humanidad, una transformación, una liberación del pecado, de la rebelión contra Dios, que es, en definitiva, la causa última del resto de los males físicos y sociales de la humanidad.

¿Siente el cristiano necesidad de ayuda divina para resolver sus problemas? Obviamente. ¿Necesita seguridad económica, laboral, de salud y de amistad social? Por supuesto. Pero no son esas las motivaciones primarias por las que se acerca a Jesús, sino que siente un llamamiento interior a una vida noble y santa, y sabe que en su Redentor se encuentra la satisfacción a estas necesidades y aspiraciones.

Como todo cambio, el arrepentimiento puede provocarte una lucha interior entre seguir la inercia y la comodidad de tus viejas ideas y costumbres o el desafío y el vértigo de lanzarte a conquistar las alturas de elevación espiritual que Jesús te propone. Pero verás que vale la pena, y que nada puede compararse con la satisfacción de seguir a Jesús. Es cierto, hay un “gasto energético” en esta elevación, pero Jesús te ofrece su ayuda, para que no tengas que hacerlo solo, con tus escasas fuerzas humanas, sino con su poder omnipotente, que te asegura la victoria.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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